paisano
Cuando iba a la uni era muchísimo mas pinup que ahora... de hecho ahora, solo me peino una o dos veces por semana, la noche del 15 Mary no se tomó el día libre y me hizo unas trenzas harto mexicanas con remilágrima incluida porque los tirones dolían mucho y le dije -no, nomás la mitad, ahí déjalas, a lo que ella sabiamente respondió -es que no te pasas ni el cepillo, por eso tu pelo no aguanta. (omaygad!!!)
En fin, cuando iba a la uni era más pinup, porque entre otras cosas, iba perfectamente arreglada a clase de 7. Hoy me volví a levantar a las 5am, ya sin uni, para ir a la cita de mi visa en la embajada gringa. Si usted fino lector se pregunta por qué no tuve una antes, pues sabrá que nunca antes tuve necesidad o interés de pisar territorio americano, vaya el interés no lo tengo todavía, pero la necesidad sí.
Ahí me tiene, abriéndome paso con mis tacones del 12: ¿aquí es la fila para las citas? no, solo es para trabajadores de campo... y ya, hice toooodo el proceso, desde quitarme el saco, el chaleco, los zapatos, justificar el viaje y mi pendejéz por no poder juntar los pulgares en el identificador digital.
Mientras esperaba mi turno con el oficial consular, llegó el grupo de paisanos, todos con gorra que les cubrían las chapas rojas, vestidos jeans y chamarra, bueno unos solo con camiseta; para el frío que hacía a esa hora, me quedó claro que mi necesidad de visa era nula al lado de la de ellos. Quería decirles, mucha suerte paisano, qué pena que debas dejar atrás tu casa, tu familia y tus amigos, pero qué bueno, que al menos tú puedas irte de legal a buscar una vida mejor, que bueno que (al menos esta vez) no vas a tener que cruzar ríos o desiertos, ni tener que lidiar con polleros traicioneros... Quería invitarles a todos un atole y una torta de tamal a la salida, y quería darles las gracias por ser luchones y valientes.
Quise pararme a hablar con ellos, pero no tuve las pelotas para acercarme y perder con ello mi chance de visa, y peor me sentí cuando los escuché diciendo -mira, nomás porque ellos traen abrigo sí se las dan.
Cuando salí de ahí, mi mamá, más audaz que yo, se había hecho compañera de las esposas y madres de algunos, ya hasta café tomaban juntas, venían de Michoacán y temían que por la paranoia de los recientes atentados no quisieran acreditarlos.
En fin, cuando iba a la uni era más pinup, porque entre otras cosas, iba perfectamente arreglada a clase de 7. Hoy me volví a levantar a las 5am, ya sin uni, para ir a la cita de mi visa en la embajada gringa. Si usted fino lector se pregunta por qué no tuve una antes, pues sabrá que nunca antes tuve necesidad o interés de pisar territorio americano, vaya el interés no lo tengo todavía, pero la necesidad sí.
Ahí me tiene, abriéndome paso con mis tacones del 12: ¿aquí es la fila para las citas? no, solo es para trabajadores de campo... y ya, hice toooodo el proceso, desde quitarme el saco, el chaleco, los zapatos, justificar el viaje y mi pendejéz por no poder juntar los pulgares en el identificador digital.
Mientras esperaba mi turno con el oficial consular, llegó el grupo de paisanos, todos con gorra que les cubrían las chapas rojas, vestidos jeans y chamarra, bueno unos solo con camiseta; para el frío que hacía a esa hora, me quedó claro que mi necesidad de visa era nula al lado de la de ellos. Quería decirles, mucha suerte paisano, qué pena que debas dejar atrás tu casa, tu familia y tus amigos, pero qué bueno, que al menos tú puedas irte de legal a buscar una vida mejor, que bueno que (al menos esta vez) no vas a tener que cruzar ríos o desiertos, ni tener que lidiar con polleros traicioneros... Quería invitarles a todos un atole y una torta de tamal a la salida, y quería darles las gracias por ser luchones y valientes.
Quise pararme a hablar con ellos, pero no tuve las pelotas para acercarme y perder con ello mi chance de visa, y peor me sentí cuando los escuché diciendo -mira, nomás porque ellos traen abrigo sí se las dan.
Cuando salí de ahí, mi mamá, más audaz que yo, se había hecho compañera de las esposas y madres de algunos, ya hasta café tomaban juntas, venían de Michoacán y temían que por la paranoia de los recientes atentados no quisieran acreditarlos.